domingo, octubre 10, 2010

El hogar como punto de partida


Es extraño no sentirse parte de un lugar en el que llevas viviendo mas de 12 años. Hay días en los que me encanta llegar a mi lugar sobretodo después de ir a lugares diferentes al mío, cuando debo ir a sectores en donde andar caminando es extraño, donde cruzar la calle es toda una travesía y en donde las calles y los arboles son tan grandes que nunca los hubiera imaginado en la ciudad. Después de todo en mi territorio yo camino por la calle, hay algunas veredas malas y son los colectivos y las micros los que se toman las calles, un lugar en donde caminar en el verano es insoportable ir acompañado por el sol, por que no hay arboles que acompañen el camino. Hay zapatillas colgadas en los cables y grupos de jóvenes en las plazas, me gusta ese lugar, en donde conozco a todos mis vecinos y soy capaz de reconocer a las personas que viven en mi mismo barrio, me gusta poder ir a conseguirme una mamadera para mi sobrina porque la de ella se perdió, conseguirnos los típicos trajes de colegio para los actos que todos usamos. Me gusta mi pequeño rincón en el mundo, en el mapa.
Pero es al mismo tiempo en donde creo que necesito conocer mas, hay días que no soporto llegar a la rutina, en darme cuenta que no somos nada y que nada sabemos, después de todo me siento igual de ignorante que en el momento que comienzo a recordar-me, desde ese momento en el que mi triciclo era mi vida y vestía un traje rosado de lana con flores que había tejido mi mamá y esos dos chapes a los lados con mi pelo un tanto mas claro que ahora, ese momento es el primero que recuerdo de consciente, momento que pensé había soñado hasta que vi esas fotos que me lo confirmaban, así me siento ahora. Inocente, ignorante, sin nada...
Y después de todo me da nostalgia pensar que en el momento de irme lloraré no sé si de alegría o pena pero lo haré, después de todo dejaré una parte de yo, de mi, y de mi historia...

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