Partí de la última pregunta del
post anterior, ¿Por qué dejé de escribir? Y la verdad que es que la respuesta
es tan simple como compleja. Nunca dejé de escribir. Solo dejé de publicar las
cosas que escribía. La pregunta debería ser ¿por qué dejé de publicarlas? Y ahí
sí, comienza la reflexión.
La respuesta es mi inseguridad. Fin
a la reflexión. Cada vez que escribo algo lo leo y releo muchas veces
pensando en el ritmo, en mi necesidad de que sea algo entretenido de leer y que
no se transforme en las lateras reflexiones de personas intelectuales que
tienen el tiempo para sentarse a escribir cosas. Y esa es una de mis dificultades
o por ahí fortaleza. Básicamente, escribo como voy pensando, no así de literal
porque pienso en cinco cosas a la vez, pero voy desenredándome mientras escribo
-de hecho, debería estar trabajando ahora-
Cada vez que me pasa algo, pienso
en cómo escribirlo… en la estructura, en cómo podría contarlo (¿a ustedes les
pasa eso?). Creo que el ámbito académico destruyó un poco las ganas de abrir word
y escribir porque sí. Y ahí comienzo a responder el porqué no publicarlo.
Estuve involucrada en “lo académico” como tesista y docente un par de años, el
cuestionamiento constante y la auto exigencia de tener que decir algo con
respaldo académico, fue matando un poco las ganas de escribir de lo cotidiano y
la verdad fue matando mis ganas de pensar “sin respaldo académico”. Me liberé de esos prejuicios el día que me
pregunté a mi misma, para qué hice la maestría y la verdad y tal cual como en
alguna conversación con mis amigas, también extranjeras en Argentina,
concluimos que “todas y cada una de nosotras arrancaba de algo” y terminamos
descubriendo de qué arrancaba cada una. Seguramente lo concluimos borrachas.
¿De qué arrancaba yo? Creo que
eso es algo que da para largo así que me haré la Larry y quedará para
otro momento.
Pero volviendo a lo anterior,
creo que la realización de la maestría no tenía que ver con proyecciones
laborales y/o dentro del ámbito académico, sino que más bien tenía que ver con
aprender y aprenderme más. Y en eso saqué 10 en todas las materias (si, en
Argentina la escala es de 1 a 10), aprendí y me aprendí harto, aunque en el
sistema de competencia capitalista actual por lo menos una vez al mes alguien
me pregunta y “¿por qué no terminas el magister?, seguramente ganarías más
plata” “¿y todo lo que invertiste?” y bueno… a veces pienso que, de terminarlo,
lo haría solo para cerrar ciclos, pero tengo tantos ciclos abiertos en mi vida,
que no es algo que me estrese.
En fin, la presión académica, me hizo
más insegura. Y poner atención en los otros me hizo pensar que debía volver a
esa estabilidad que dejé, sobre lo “importante” que es el futuro. La misma
estabilidad que hoy me tiene en un vaivén de decisiones, sensaciones,
emociones, proyecciones y todo lo terminado en “ones”, queriendo irme a vivir a
China y partir de nuevo (digo China, por decir cualquier lugar… se entiende ¿no?).
¿Ya hablé de los ciclos?
Pero bueno… deje de publicar y pasaron
varios años, así que tengo mucho que mostrarles para llegar al hoy, mi día 116
de cuarentena. Ahí vamos.